Ya sea que hayas aplicado para un puesto base, intermedio o gerencia, es probable que entre los requisitos hayas encontrado algo así como “capacidad para manejar el estrés”. Este enunciado incluido en las descripciones de puestos elaborados por los departamentos de Recursos Humanos, Capital Humano, Desarrollo Humano (o como prefieras llamarlo), ¿Qué significa realmente? ¿Qué es estrés? ¿Será, en realidad, la enfermedad del mundo moderno, como algunos la definen?

Ya, pues estrés es algo así como el fastidio que sentimos ante ciertos estímulos externos. No importa que tan rebuscado, confuso o simple lo quieras definir. Básicamente es eso. Es lo que experimentas cuando tu “líder” te amenaza, digo, advierte con echar porque no cumpliste la meta de ventas (aunque no había inventario suficiente y él no hizo nada al respecto). Es lo que sientes cuando te exigen que hagas el trabajo de cinco personas, cuando ya haces el de tres. O lo que pasa por tu mente y ya sufrido corazón cuando te informan que deberás pagar el costo total de la cafetera porque fuiste la última persona vista usándola antes que se dañara.

¿En serio esto es estrés? ¿Y se supone que debo aprender a gestionar todas estas exigencias y circunstancias injustas e irracionales que ignoran la dignidad e inteligencia humana para aplicar en la empresa galardonada por tercer año consecutivo como “Best Place to Work”? No sé, como que algo no hace clic, hasta un adolescente podría verlo. Si esto fuera realmente así, ¿podríamos llamar habilidad a manejar el estrés?

man sitting on rock surrounded by water

Si alguien espera que hagas algo, a costa de tu salud o bienestar, pues esta persona no está siendo ni conscientes que digamos. “Conscientes-inconscientes” Le llamarían algunos. Sería lo más entendible que estas expectativas crecientes e inalcanzables terminen afectando a un ser humano con ansiedad, aflicción y frustración.

Pero el punto aquí es cómo manejar el estrés. Es simple, no estresándonos. Porque si su jefe le está prácticamente exigiendo que duerma en la oficina, que responda inmediatamente sus mensajes a las cuatro de la mañana u once de la noche, fines de semana incluidos, y si a esto le agregamos que su novia espera que la lleve de vacaciones a Europa y que gane cien mi dólares este año, porque si otro puede hacerlo en las redes sociales, usted también “debe” (aunque de esto hablaremos en otro tema), pues déjeme decirle, si acaso no se ha enterado, que usted a estas personas no les importa un pepino.

Perder la vida tratando de cumplir con sus demandas no tiene sentido, porque son interminables y se acumulan como las deudas. Así que sea inteligente: Siga la corriente, cuando le presenten una nueva idea o proyecto, no se apresure a alzar su mano, evite comprometerse con un sí o un no, guarde silencio, hágase el tonto, o mejor aún hágase el loco, y ni se le ocurra quejarse o decir lo que realmente piensa a estas personas que “quieren lo mejor para usted”, a menos que quiera recibir un latigazo en la espalda y lo más importante ¡Huya! Planee su huida en silencio como Steve McQueen en El Gran Escape, a menos que sea parte de su plan de vida perder lo que le resta de paz y de juicio.

Por supuesto que no todos los trabajos, relaciones ni situaciones tienen que ser un infierno en el que debemos pagar algún terrible crimen que al parecer cometimos en otra vida. Así que siga buscando y quizás encuentre un lugar decente. O mejor aún, emprenda y así se evita este innecesariamente interminable e institucionalizado drama ejecutivo-laboral. ¡Éxitos!

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