Suena a telenovela, pero tanto mal humor resulta de mal gusto y es intolerable no hacer nada por él. Es necesario que Eduardo Córdoba Sáenz tenga pareja, novia, lo que sea, pero necesito verlo feliz para que me dé algo de alegría en el día. El amarga el entorno de la empresa, por no decir que aterroriza a quienes no le conocen. Y ya que no lo puedo correr porque es mi jefe, tengo la tarea de conseguirle una novia… al menos, ¡para que mejore su duro semblante! ¡Mal mozo no es!

Tiene apenas 35 años y desde que lo conocí hace cinco años, que ingresé a la empresa, no he podido verle una sonrisa por pequeña que sea. Bien dicen las malas lenguas que el dinero no lo es todo. No es posible. Es una excelente persona cuando le conoces y un jefe extraordinario, de aspecto terrorífico, pero nada más. Es una persona prudente, juiciosa, de buen porte, se ve hasta tierno, ¡si no te ve directamente a los ojos!

—¡Caramba, Roberto! Mejor no ayudes a tu jefe— le comentó Estefanía entre risas, su amiga de infancia.

—¿Estefanía, tú no quieres probar a conocer a mi jefe?

Estefanía le vio directamente a los ojos y, sin titubear, expresó.

—¡Estás loco!

—Eres puro invento, Estefanía, pero está bien. Al menos acompáñame a la fiesta de cumpleaños del jefe, es poca la gente que llega, no es de muchos amigos y no invita a cualquiera, así que soy afortunado que me invite a su casa— sonrió un poco apenado.

La calidez se encuentra en el corazón que inunda como perfume el hogar que habita.

—Ok, te acompaño con una condición: Me lo presentas en cuanto lleguemos, estamos una hora y luego nos vamos a buscar a Sofia y a Justiniano, para ir al Karaoke.

—Cuenta con ello— asintió Roberto divertido —me invitó a las 8 de la noche, paso por ti a las 7, es un poco largo su residencia.— Se quedó un momento en silencio y pensó para sí mismo: “ella es la indicada para Eduardo, le aportará la alegría que a él le falta. Solo espero que no sea gay, porque en esos territorios no tengo conocidos.” Sonrió con malicia. 

Llegó puntual a la puerta de Estefanía. La joven mujer lucía radiante, asombró a Roberto al verla tan femenina, bella y con tanta gallardía.

—¡Te alistaste para mi jefe, amiga mía!

Ella se echó una carcajada y le contestó:

—Deja de perder del tiempo y vámonos, que vamos a llegar tarde, ¿quieres quedar bien con tu jefe o no?

Al llegar a la fiesta puntualmente, Estefanía afirmó:

—Tiene buen gusto tu jefe, es una casa hermosa y con una calidez que se siente amor; con un olor divino y no hablo de la comida. Se respira serenidad y paz. ¿dijiste que tu jefe era amargo y terrible? Pensé que vendría a una casa fría, rígida, de aspecto lúgubre y es todo lo contrario.

(Continuará…)

 

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