
Hubo una vez hace mucho tiempo un perro muy inteligente. Era tan inteligente que, a pesar de que los gatos tenían conflicto con los perros y nunca se ponían de acuerdo sobre quien gobernaría Maracas, cada orden que daba Bruno (un hermoso y radiante pastor alemán) era ejecutada por todos los animales de la localidad. Toda la disputa existía porque los gatos eran más irreverentes e indecorosos y no dejaban dormir a los perros por la noche, contrario a los perros que a pesar de tener un sueño liviano preferían dormir de noche un poco más que de día. Y los gatos duermen siempre, quizás por su conciencia irresponsable o tranquila que podían reponer su sueño en cualquier momento. Es una probabilidad para tratar de entenderlos.
Eran dos o tres los verdaderos problemas en realidad entre la comunidad animal, entre la envidia y la justicia de quien duerme el sueño de los justos, el que trabaja más y el problema del amor. Es decir, abrió paso a la envidia, dando lugar a los desafortunados que tienen dificultad para conseguir pareja y donde iban a parar los mayores y mejores beneficios con el menor esfuerzo posible y los que duermen con solo cerrar los ojos. ¡La disputa estaba a flor de piel siempre! Las palomas, las más chismosas, es decir, las encargadas de la comunicación dentro y fuera de la región, decían ser dueñas del arcoíris, un grupo selecto de aves: palomas, carpinteros, loras, chocoyos, tangaras veraneras, zanates, pocoyos, urracas y guardabarrancos, ¡en fin, la variedad es extensa y un total arcoíris de plumas, si estuviesen juntas en una sola ave!
La calamidad no era quién tuviese la razón, era poner el orden. Todos decían tener la razón y ser justos. Se dividieron en izquierda y derecha. Y hasta los bueyes no se ponían de acuerdo, llegando a destruir la carreta. ¡Quedándose sin empleo, sustento y techo! ¡Se conoció el verdadero caos! Hasta un mal matrimonio podía verse que tendría futuro, aunque un poco incierto, no sería tan letal como la trifulca animal. Y la naturaleza les enseñaría que ni la izquierda ni la derecha pondría equilibrio, o lo que es ponerse de acuerdo con respeto y en beneficio común. La otra alternativa que se les ocurrió usar fue toda la paleta de colores habidos y combinados por haber e inventar, para buscar afinidad y séquito. ¡Pero tampoco sirvió para nada!

Olvidaron los valores y principios elementales: la dignidad del trabajo, el amor al prójimo y hasta la fe, los que decían ser religiosos. Lo que debía ser solución se convirtió en una guerra de estrategia que llego a ser sexual, irracional e infantil. Usaron la ingenuidad, el amor, la mansedumbre, el miedo, la confusión, los niños y hasta el misterio. Los regalos de encanto, misterio y atracción de unión que daban luz a las buenas intenciones y a la paz, se convirtieron en las armas más letales para la guerra de destrucción del contrincante. La vida que alguna vez no tuvo precio, ahora sólo era obstáculo para los beneficios personales y de grupos. Hay que aclarar que la realidad fue que se salió de control al llegar el hombre.
La codicia, el egoísmo, la envidia y la maldad pura afloraron de forma monumental jamás vista por animal alguno. Hubo un instante que el perro y el gato dejaron al lado la eterna riña, interviniendo, así como todos los animales sin excepción para que la matanza humana no fuese mayor. El humano aun viendo que la naturaleza salvaje animal y aún la doméstica tuvo más compasión que la humana por el propio hombre, no dejaba de llamar la atención terrenal. Los animales se asombraban como sacrificaban lo más amado y personal por lo material y superfluo, con irresponsabilidad, y del no tomar una buena decisión para el bien de todos.
El perro y el gato pidieron a la madre naturaleza que para que el hombre cambiase su proceder entre ellos mismos, le convirtiera en algún animal para que aprendiese de bondad, nobleza y reglas naturales, pero resultó peor el remedio que la enfermedad como suele suceder con algunas ideas innovadoras. A veces se acierta, en otras es un total desastre. El hombre se convertía en animal para escapar de su responsabilidad y como no perdía la conciencia, espiaba a su enemigo y trataba de llevar ventaja. Tuvo que interferir la propia madre naturaleza, y por primera vez se impulsó castigos y la maldición humana no se hizo esperar…
(Continuará…)
Tímida, noble, alegre, ilimitada e indecorosa. Ama a los animales. En lucha permanente con sus propios demonios y algunos ajenos que se asoman con petulancia sin ser invitados.
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